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Mi primera vez: así descubrí a Soziedad Alkohólika

Puede que sea un mal navarro, no lo sé. Quizá sea por algo de la infancia.  Lo que sí sé es que nunca me convencieron las fiestas de los pueblos de Navarra, Sanfermines incluidos. Nunca quise participar en procesiones ni romerías en honor de vírgenes, santos ni ‘patrones’, ni en encierros, novilladas, corridas de toros o suelta de vaquillas.  Ni siquiera me gustaba ir a verbenas. Me ponía malo solo con pensar que igual tenía que bailar alguna de las repetitivas piezas que tocaban las orquestas. Desde niño desarrollé cierta tendencia a la desobediencia, a llevar la contraria a todos (familia y profesores incluidos) y a buscar mi propia dirección: bastaba con que alguien sugiriera que no hiciese o que no fuese a algún lugar para que aquello se convirtiera en prioridad: tal vez por ello terminé yendo en 1985 a Magdalenas de Rentería/Orereta; en 1986 a la Aste Nagusia de Bilbo o en 1988, a fiestas de Barakaldo, donde descubrí a Parabellum compartiendo escenario con Eskorbuto y Peter and The Test Tube Babies un 15 de julio: nada que ver el ambiente de esas plazas con lo que había conocido hasta entonces, presidido siempre por cierto tufillo a religiosidad y caspa ‘de toda la vida’ y barnizado por un hipócrita desenfreno alcohólico al amparo de la ‘fiesta’. Tolerancia 10 que se diría ahora. Siendo esto así, por huir de mi particular agobio, al mes siguiente de mi escapada a Barakaldo, un buen día de agosto de 1988 fui a fiestas de la cercana Vitoria/Gasteiz. Y en buena hora tomé la decisión…

Una vez en la capital alavesa lo primero que hice fue buscar el recinto de las txoznas, de obligada visita y no solo por la imprescindible ingesta, sino por ver qué maquetas tenían a la venta; cintas que únicamente se podían adquirir en esos recintos, haciéndome aquel día con una que recogía un  directo de La Polla Records, Vómito, Kortatu y Kemando Ruedas que todavía conservo. Y lo segundo, buscar el Gaztetxe, un caserón ocupado aquel mismo año y en funcionamiento todavía. Ya dentro, viendo que iba a haber un concierto y que el Moscatel se vendía a 40 pesetas el vaso (sí, amigos, 0,21 euros), decidí apalancarme a echar la tarde y parte de la noche. Según me dijeron iba tocar un grupo que hacían algo así como una mezcla de punk y heavy acelerado con más voluntad que otra cosa, pues estaban empezando. Soziedad Alkoholika se llamaban, y como me gustó el nombre me quedé. 

Qué ruidera. Qué totum revolotum de vatios y nervio en estado puro. Qué voz la del tipo que cantaba. Pese a que no entendí nada, el climax que alcanzaban tocando me sacudió. No cabía duda de que aquellos jóvenes melenudos creían en lo que hacían y que lo transmitían, atacando en vez de acatando cualquier autoridad. Sin ser consciente de ello, estaba ante una de las bandas llamadas a explotar con la nueva década: Soziedad Alkoholika, los S.A.

Pronto volví a saber de ellos, pues ese mismo año pasaron por el Txoko Gorri de Antsoain a finales de septiembre, y al siguiente, 1989, por Villava/Atarrabia, donde compartieron cartel con La Polla Records, dejando boquiabierto al respetable con la voracidad más que velocidad con que despacharon las canciones: temas como Ya no queda nada, (incluida años después en Ratas), Mili mierdaProud to be a Canadian, de Dayglo Abortions (incluida en su LP de 2001 Polvo en los ojos como Escapada), Ya huelenNo te enteras, una surrealista versión de La BambaCervezas y porros… Esta última canción, únicamente incluida en el disco en directo de 1999, siempre me hizo gracia por parecerme la equivalente a una compuesta por Tijuana in Blue en 1986, titulada Clarete y Speed: ¿claramente definitorias de lo que se llevaba en cada capital? Aún recuerdo una contraportada de Diario de Navarra de dicho 1986 alertando a la población sobre la llegada del speed y su peligrosidad: a las pocas semanas, los Tijuana ya tenían su canción. 

Aquellos S.A. le pisaban a fondo, y aquello prometía; 1988, en el año en el que Ben Johnson deslumbró al mundo con su punta de velocidad, a mí me deslumbraron con la suya los Soziedad Alkoholika, rompiendo la velocidad de la luz al filo de lo imposible. Y muchos fuimos los deslumbrados pese a la omnipresente sensación de ruido que rodeaba sus conciertos. Pero era algo inevitable: entre la avaricia con la que tocaban y la mala acústica de los locales que les daban acogida, frontones mayoritariamente, los técnicos de sonido tampoco podían hacer más a la hora de sonorizarles: ¿qué hacer con aquel tsunami sonoro que, procedente del escenario, arrasaba con todo? ¡Si hasta el doble bombo del batería parecía multiplicarse por cuatro! 

1990 trajo a S.A. a Pamplona con motivo de la grabación de su maqueta Intoxicazión Etílika, algo que hicieron en los Estudios Arión aunando también en la cinta una fuerza y una velocidad inusuales hasta entonces: estudios estos, Arión, en los incluso se diseñó el célebre logotipo de la banda y a los que regresarían a finales de 1992 para registrar el EP Feliz Falsedad, grabando la intro de los teclados del célebre anti-villancico el técnico Jesús Los Arcos. En dicho trabajo se incluyó una versión de una canción de Queen muy pinchada en la época, A mí no me gusta el polvo, tema que se grabó dos días antes del fallecimiento de Freddie Mercury, por lo que se la dedicaron. 

Con semejantes cimientos de puro hormigón armado y unas credenciales sonoras como las incluidas en aquella maqueta (rubricadas a la altura en 1991 por las canciones del disco negro, su apabullante primer álbum oficial), la banda fue creciendo exponencialmente en popularidad, aunque de primeras su música no terminara de ser aceptada por ciertos sectores, como los más vinculados al más inmovilista heavy metal: y de eso Pamplona, ciudad de extremos siempre, sabía bastante. Recuerdo a mi yo veinteañero poniendo la maqueta en la Herriko de la calle del Carmen, donde se pinchaba mucho heavy y punk, y a una de las cocineras saliendo a la barra escandalizada, llamándome enfermo y pidiéndome a voz en grito que quitara aquello…

Temas como S.H.A.K.T.A.L.E., No eres másIntoxikazion etílikaNos vimos en BerlínLo tienes fácil (de sempiterna actualidad: bueno, como todas), Padre Black & DeckerKontra la agresión kastración o La última partida nos cortacircuitaban la cabeza directamente, con la guitarra de Jimmy replicando a inusitada velocidad a la gutural voz de Juan… al igual que los teclados de John Lord respondían a los punteos de guitarra de Ritchie Blackmour en el Highway star del Made in Japan de Deep Purple. Y todo ello sobre la irreductible base rítmica propulsada por la batería de Roberto: demasiao pa´l cuerpo, tal y como se decía en aquellos años. 

1993 y 1994 trajeron de nuevo a S.A. a la ciudad en sendas citas en apoyo a la Insumisión: la primera en Antsoain, con Flitter, y la segunda, en Burlata, con Negu Gorriak, continuando la banda hasta nuestros días su imparable trayectoria mucho ruido y muchísimas nueces de por medio, disco a disco concierto a concierto. A todo tren. Sí, pese a que algunos intentaran pararla y hacerla descarrilar por medio de una demoledora campaña de calumnias (‘bulos’ tal y como se les denomina ahora), criminalización y ‘zensura’ a una con la llegada del nuevo milenio: tal vez porque no les gustaran las letras de las canciones, ricas en aires de denuncia y compromiso social y siempre en una línea acorde con la música, igual de corrosivas, explícitas y directas. ¿Censura con ‘z’, he escrito? Sí, ‘zensura’, siendo como fue aquello un encubierto intento de aplicar el ochentero Plan Zen (Zona Especial  Norte) a la música del grupo. 

Pioneros y protagonistas de la mejor combinación de hardcore, punk y metal facturada en el Estado, 32 años (y una pandemia después) ahí siguen a día de hoy Soziedad Alkohólika, regalándonos buenos momentos.   Rompiendo la barrera del sonido, salteando partituras con total actitud y descaro, tal y como pude comprobar al 3 de enero de este maldito 2020 en la sala Totem de Atarrabia en mi último concierto pre-confinamiento como público, mostrando un momento de forma apabullante.  

Soziedad Alkohólika, todo un ejemplo de independencia, trabajo,  coherencia y de banda política en el sentido de crítica y contestataria, no de politizada o de partido. En dicho sentido poco amiga la banda del uso de iconos o reclamos ideológicos: sin ‘Ches’, estrellas rojas ni demás parafernalias, siendo siempre ellos, sus circunstancias en forma de canciones y su logotipo por bandera. Políticos sí, pero por sentido común y convicción, no por definición. Desde una postura claramente librepensadora, Sin Dios ni náEstado enfermoItoiz ito ezPalomas y buitresDios vs. Alá… Ojalá nos duren muchos años más.

j. Óscar Beorlegui

Mi primera vez: así descubrí a Cicatriz

La primera vez que leí el nombre Cicatriz fue hace treinta y seis años, en julio de 1984; en plena desescalada hacia los Sanfermines en un cartel que anunciaba un festival denominado  S.Ferminiko Infernorock. La cita era en el Jito Alai, detrás del frontón Labrit, estando previstas entre las 19:00 horas del viernes 13 y las 7:00 del sábado 14 las actuaciones de hasta ¡17! bandas, entre ellas las de unos primerizos Los Rebeldes, Ser-Vicio Público o RIP.

Aquellos Sanfermines fueron muy especiales para mí, pues debuté en el mundo de la hostelería. ¿Mi destino? El Adiskideak de la calle Calderería, y mi horario, de 7:00 am a 10 am, para cubrir las necesidades etílico-festivas y alimenticias del personal en sus últimas horas de jarana o en las primeras del nuevo día: las de una clientela que, con el encierro en lontananza, ya no se tenía en pie o se acababa de levantar. Con un horario semejante, ¿cuál era mi plan? Dormir durante el día y salir con la cuadrilla y trasnochar directamente hasta el momento de ir a trabajar, algo que, al igual que cualquier otra jornada, hice el sábado 14 de julio, yendo muy entrada la madrugada al Jito Alai para ver a los RIP: responsables directos de que me encaminara hasta allí, toda vez que ya los había visto dos meses antes con la Polla Records en la Plaza del Castillo. Y de aquellas descubrí a Cicatriz.

Poco recuerdo de su actuación, si acaso a Natxo Etxebarrieta, su cantante,  en estado de ebullición total y que las canciones arrancaban y se paraban en medio de un gran desparrame, siendo lo más impactante la transgresión que su sola presencia en el escenario suponía.

Procedentes de Vitoria/Gasteiz, ciudad prima-hermana de Pamplona en muchísimos aspectos (muy conservadoras y tradicionales ambas, con importante presencia de curas, monjas y militares), Natxo, Pepín, Pakito y Pedrito, los Cicatriz, eran depositarios del espíritu salvaje de los Freak y de la banda que originariamente salió de sus cenizas como parte de un programa de terapia, Cicatriz en la Matriz, de quienes heredaron modos, maneras, cantante masculino, baterista, guitarrista y canciones como Escupe (“escupe a la ‘estupa’ / que va en su Ritmo”, en alusión al modelo de vehículo de la brigada de estupefacientes de la época, el Seat Ritmo), Cuidado Burócratas o Aprieta el gatillo, firmadas por el que fuera el cantante de los Freak, el hoy reconocido escultor Juanjo Elguezabal: autor de la escultura de El Caminante de Gasteiz que, dicho sea de paso, escribió letras en todos los discos de Cicatriz. Los tres obuses citados, incluidos en 1985 en el célebre Disco de los Cuatro, también iban  firmados por Pedro Landatxe, baterista, talento musical en la sombra y alma mater de los Zika, como se les conocería popularmente. 

Siendo esto así, pronto, muy pronto se materializó la conexión entre Pamplona y Cicatriz, multiplicándose de forma exponencial sus seguidores navarros conforme se iban sucediendo sus visitas: Pabellón Anaitasuna y frontón Bidezarra de Noáin en 1985, barracas políticas en 1986 en un caótico y multitudinario concierto (con nuevo disco recién publicado, Inadaptados), bar La Granja en otoño de 1987 con un jovencísimo Goar Iñurrieta como guitarrista en lugar de Pepín…

Habituales del Ttutt y con muy buenos amigos en la ciudad, como El Drogas, aún recuerdo la intensidad con que vivimos en el bar durante meses las canciones de Cicatriz, mediante una práctica que llevábamos a cabo los viernes a partir de las ocho de la tarde; cuando intuíamos cargado el ambiente, esto es, casi todos los fines de semana (“son las ocho y qué follón / en la manifestación…”) íbamos al Ttutt y a una con las señales horarias del reloj de la catedral comenzábamos a beber vinos, calentándonos a la vez que se encendían las calles con canciones de Cicatriz como Botes de Humo o cualquiera de las de InadaptadosEra un hombre, de la Polla Records; La línea del frente, de Kortatu Mucha policía poca diversión de Eskorbuto: qué subidones de adrenalina al ver desde el bar cómo corrían las botas de los antidisturbios al otro lado de la puerta, escuchándose cada vez más cerca, cual truenos tras los relámpagos, los pelotazos. 

Recuerdo que una tarde-noche de aquellas de nubes y claros (y claretes, más bien), tal vez a modo de editorial o resumen de lo que se vivía,  a una con los últimos estertores de la bronca sonó el Hay algo aquí que va mal de Kortatu, tema que Natxo cantó siempre en directo, desde los primeros tiempos, mano a mano con Fermin.

Tras años vividos a toda máquina, multiplicados por unos cuántos cada uno, en 1988, con fecha ya para la grabación de un segundo disco, Zikatriz (según se leía en la entrada) actuaron el 25 de mayo en la Plaza de toros de Estella/Lizarra, siendo este concierto el penúltimo de Natxo antes de un accidente de moto que lo dejó unos años fuera de juego, postrado en silla de ruedas hasta que, fuerza de voluntad y algo más de por medio, ante la incredulidad incluso de la clase médica, se levantó, quedando obligado, eso sí, a valerse de una muletas para andar. Y no solo se levantó, sino que en un increíble salto mortal volvió a poner en pie a Cicatriz, regresando en loor de multitudes con nuevo disco, 4 años, 2 meses y 1 día, y un par de conciertos, tres años después del de Lizarra: uno, el 8 de junio, en Gasteiz, y el otro, el 15, en Pamplona, donde llenaron el pabellón Anaitasuna  dando el grupo, en opinión de Natxo,  el concierto de su vida. Subidón, tras abrir para ellos La Polla Records. Ah, el grupo de Evaristo, cuántos conciertos protagonizó en este, el pabellón del rock por excelencia, ya propios, ya abriendo para otros en su vuelta (como en este caso) o haciéndolo en su despedida, algo que harían a finales de 1992 a propósito de la de Hertzainak.

Aún volvería a ver a Cicatriz otra vez en dicho 1991, esta vez en Bergara, en un concierto compartido en uno de sus regresos a los escenarios con aquellos a quienes un buen día de 1984 fui a ver al Jito Alai, los RIP. Con un grupo, al igual que Cicatriz, condenado a pasar por los escenarios como el Guadiana, yendo y viniendo. Poniéndose y quitándose de vez en cuando y que, como las Nochebuenas del villancico, se iban y venían, hasta que se fueron y no volvieron más… 

Tras haber vivido como un ciclón, a toda velocidad, y haber visto caer a toda la formación original; arrastrando su cada vez más castigado cuerpo como una cadena de presidiario, Natxo aún reorganizó los Cicatriz en otoño de 1994 para tocar en un concierto homenaje a Pakito, en el que también tocarían  RIP, registrando estos allí su disco en directo: algo que harían Cicatriz ese año en otro concierto, la víspera de Nochevieja, en lo que había sido la mítica sala Ilargi de Lakuntza. Con motivo de su publicación, en abril de 1995 me planté en Gasteiz y le entrevisté para El Tubo, revista en la que comencé en 1994 como entusiasta escribiente de rock & roll y en la que publiqué hasta el 2000 una larga lista de entrevistas y colaboraciones. Natxo y yo nos conocíamos por amigos comunes y por diferentes incursiones suyas en la Herriko Taberna de Pamplona, donde trabajé hasta 1993: Sanfermines de 1992, nunca olvidaré el día en el que tras entrar al servicio con su inseparable muleta y permanecer allí un buen rato (yo ya me temía lo peor), salió sin ella, dejándosela olvidada. Dicha muleta permanecería colgada durante muchísimo tiempo en el techo del local: la misma que a una con sus subidones, acababa volando en todos los conciertos, súper salvajes siempre, siendo dichos vuelos auténticos termómetros de la pasión con la que el cantante los vivía. 

A una con la entrada de 1996, el 5 de enero Natxo falleció, yéndose con él para siempre los Cicatriz, banda que tan profunda e imperecedera marca  dejó en la escena y en las almas de tantos de nosotros, connotaciones del nombre aparte. Vayan estas líneas en su memoria y en la de Papín, Pakito, Pedrito, Portu, Mahoma y Jul, estos tres últimos, de RIP.

J. Óscar Beorlegui

Mi primera vez: así descubrí a Tijuana in Blue

En la década de los ochenta, más allá que por cuestiones de orden musical, uno asistía a conciertos, casi siempre callejeros, básicamente por dos razones, por la transgresión que aquello suponía en una ciudad tan mojigata como Pamplona/Iruñea y por provocar –en el sentido de molestar- con nuestra presencia a las gentes de orden. De ordeno y mando, quiero decir. “Aunque esté todo perdido / siempre queda molestar”, que habrían de cantar Kortatu en El estado de las cosas, su segundo álbum. Anticipándonos unos años a dicha letra, no éramos pocos quienes apuntándonos a cuantos bombardeos con forma de conciertos se nos presentaban, pintábamos calva la ocasión haciendo buena la canción.

Íbamos, en suma, por pasarlo bien. En 1985 cuando asistías a un concierto eras consciente de que podía pasar cualquier cosa, aparición estelar de  golpe y porrazo de la fuerza pública azul, verde o marrón e inmediato desconcierto y dispersión del público incluida. Sobra decir que en los casos en que esto no ocurría el fiestón que se fraguaba a ambas alturas del escenario era mayúsculo, creyéndonos reinar todos por encima del bien y del mal. Si hubo un grupo en la ciudad que personificó desparrame y espíritu díscolo y festivo como ningún otro esos fueron Tijuana in Blue, siendo la sorpresa del momento: una banda imposible (que tal vez por ello fue posible) cuyos integrantes, comandados por Jimmy y Eskroto, eran capaces de reírse hasta de un cuadro… Marco incluido, encontrando espacio en su repertorio todo tipo de histrionismos, chanzas y parodias. Habiendo ‘zascas’ (tal y como se dice ahora) en sus canciones para todo. Para todos. 

De manos de las inquietudes del grupo, qué duda cabe, se abrió un claro entre las nubes y se acabó la quietud, imponiéndose su luminosidad entre 1985 y 1988 al gris Pamplona, tonalidad predominante desde siempre en la ciudad: cosa también de las connotaciones del nombre de la banda, imponiéndose también dicha luz sobre el nihilista negro total proclamado por otros compañeros de viaje como los RIP.  

A Jimmy y Eskroto los conocía de verles en cuantos saraos se fraguaban en el Casco Viejo de Pamplona con el fin de ¿dinamizar el ambiente? De dinamitar la vieja normalidad heredada del post franquismo –más bien-,  dando ambos la sensación de ser el perejil de todas las salsas: mi sorpresa fue mayúscula cuando les vi aparecer en Lumbier al frente de Tijuana in Blue, en el concierto organizado en el marco de las fiestas patronales para presentar la cinta Iruña for Katakrak. ¿Qué hacía yo en Lumbier? Mi familia materna era de la villa, por lo que en los veranos tocaba ir al pueblo. Mis padres creían que donde mejor podía estar mi yo adolescente era en Lumbier, alejado de las amenazas y peligros (léase drogas básicamente) que, en su opinión, nos acechaban en la ciudad: según ellos, ¡¡si incluso las daban gratis y si te despistabas te las echaban hasta en el Cola Cao!! Ah, escuchar campanas sin saber dónde, qué malo ha sido siempre… Qué equivocados mis progenitores, cuando lo que pasaba era justamente lo contrario: que las denominadas ‘drogas’ costaban una pasta y, como más de un yonky ya había tenido ocasión de comprobar, quien recibía con frecuencia el Cola Cao era su dosis de caballo, cortada así por el vendedor para hacer más provechoso el negocio.

Para entonces, 1985, ya hacía dos años o tres que había descubierto en Lumbier el bar La Cueva, epicentro de la vida social de quienes más o menos pensaba que eran como yo: la de ‘duros’ que me dejé en su sinfonola escuchando Este Madrid, de LeñoFast as a shark, de AcceptHormigón, mujeres y alcoholCanciones desnudas Al límite, de Ramoncín o, desde el año anterior, Eh txo, de otro grupo local de los llamados a comérselo todo, Hertzainak: de hecho, entre 1984 y 1992 llegarían a llenar por lo menos en seis ocasiones el pabellón Anaitasuna.

Ya metidos en faena, el ambiente de las horas previas al concierto lució  marcado por la curiosidad –en un primer momento-… y por la desconfianza general de los sheriffs del lugar acto seguido, a la vista de las pintas de buena parte de quienes aquella tarde noche se acercaron a la plaza de los Fueros de Lumbier: un respetable más que presto y predispuesto a desfasar (en muchos casos) que, en su ‘puestón’, no dudó a la hora de cruzar incluso ciertas líneas rojas locales, invisibles a ojos de los foráneos pero pintadas y remarcadas con trazos gordos en el subconsciente colectivo de la localidad. 

Tijuana in Blue actuaron de madrugada, en último lugar, descargando en parte el ambiente con su filosofía etílico-hedonista y sus experimentales y despreocupadas canciones: con unas composiciones/parodias musicadas en muchos casos como La flauta de BartoloEl ReyTres tristes tigres o el himno de Katakrak, reescrito sobre el de una conocida Peña sanferminera. Además, también sonaron otras como Una de piratasRebelión medieval o Bebe y olvídalo, incluidas en 1986 en su disco debut compartido con Potato (siendo esta última su aportación a la cinta Iruña for Katakrak) o Ídolos, claro exponente de la filosofía del grupo en sus inicios. En una plaza sembrada de irónicas octavillas en las que se aludía a la africanía de Navarra y a la libertad de un tal Omar Omonte, el fin de fiesta post concierto se alargó durante casi una hora con una delirante improvisación en la que, bajo un ritmo tan básico como festivo, se reivindicó en euskera  dicha africanía de la práctica totalidad de los pueblos de la comunidad foral: “Iruña, Afrika da”; “Tutera, Afrika da”; “Ilunberri, Afrika da…”

Pronto, muy pronto volví a ver a Tijuana in Blue, haciéndome absolutamente incondicional: fue en octubre de dicho 1985, en fiestas de Arrosadia (La Milagrosa por entonces), siendo nuevamente de alto voltaje el desparrame, y, posteriormente en diciembre, en un local de mi barrio, Errotxapea, conocido como El Barracón. Esta cita, de marcada connotación transgresiva, fue organizada por Eguzki Irratia para la noche del 24 de diciembre, subiendo con ellos al escenario Fiebre y Refugiados. El escándalo en mi casa fue de aupa cuando, tras la ceremoniosa cena familiar, dije que iba a salir: hacerlo en Nochebuena aquellos años era impensable, una herejía, poco menos.

Viento en punk a toda vela,  tras actuar los años siguientes del uno al otro confín (quedando en nuestra memoria conciertos como el dado en el parque de la Media Luna de Pamplona, junio de 1987, con motivo de la presentación del TMEO), la vida no siguió del todo igual para Tijuana in Blue a partir de finales de 1997, siendo testigos sus siguientes discos (A bocajarroSopla, soplaSembrando el pánicoVerssioneando Te apellidas fiambre) de no desapercibidos volantazos musicales y reajustes estilísticos: de una progresiva desescalada del espíritu festivo del conjunto, acentuada definitivamente con la salida de Eskroto del grupo en 1990. Finalmente, en verano de 1992, la banda desapareció. 

Tras volatizarse sin apenas meter ruido –curiosamente-, el espíritu más genuino de Tijuana in Blue recuperaría el riego y la chispa ese mismo año, 1992. Y, de manos de un Eskroto reconvertido para la ocasión en Gavilán, lo hizo dando lugar a una contagiosa segunda oleada con forma de nueva banda, Kojón Prieto y los Huajolotes: formación imposible (nuevamente) en la que, además, terminaría brillando con luz propia un personaje del séquito de los Tijuana cuyas dotes musicales desconocíamos hasta entonces, Toñín, quien a una con el siglo XXI arrasaría bajo el alias artístico de Tonino Carotone. Fuera de toda duda, con los Huajolotes, llegó el ansiado rebrote, el del alocado espíritu de Tijuana in Blue, para muchos la banda más querida de nuestra capital.

J. Óscar Beorlegui

Mi primera vez: así descubrí a Barricada

Hablar de Barricada es hacerlo de adolescencia. De tiempos que arden y  hormonas social y musicalmente revueltas, tanto las mías como las del grupo ante su pistoletazo de salida hacia de los escenarios de la vida. Barricada llegaron a mí un 23 de abril de 1983, fecha para no olvidar. Dicho día tuvo lugar el segundo de los conciertos programados por Radio Paraíso contra su último cierre hasta entonces, y llevó al parque de Antoniutti de Pamplona a Barricada, Motos (banda en la que militaba Marino Goñi, de la discográfica Soñua) y Restos de Serie.

Recuerdo dicha fecha, además, porque tal día la representante de España en Eurovisión hizo buenísimo por primera vez el premonitorio verso de “nuevos cantantes hacen el ridículo en viejos festivales como Eurovisión”, incluido en Yo soy quien espía los juegos de los niños de Ilegales, quedando en la última posición. Vaya cómo me reí, habida cuenta de que dicho Festival se seguía anualmente en la casa familiar. Yo soy quien espía los juegos de los niños, por cierto, venía en el disco debut de los asturianos, publicado curiosamente aquel mismo 1983. 

No recuerdo mucho de las actuaciones del parque de Antoniutti. Me vienen a la cabeza flashes de un joven melenudo enfundado en su capa, acompañado sobre el escenario por otros tres de pintas similares, muy centrados los cuatro y motivados. Se trataba de Barricada, banda integrada por el incombustible Drogas, al bajo y a la voz; Boni y  Sergio Osés, a las guitarras y a las voces, y Mikel Astrain, a la batería. La noche de rock & roll deparó canciones como Niños de papáMuñecas imbéciles o Vagabundo, con las que el grupo me propinó un golpe de mano tan rotundo como el recibido la semana anterior, cuando descubrí a La Polla Records. Aquel día vi por primera vez a Barricada, pero no era su primera actuación.

Meses antes, con motivo de la Nochevieja de 1982, Radio Paraíso organizó con la revista Cuatrovientos una fiesta como nunca se había visto en Pamplona, denominada Nochevientos en el Paraíso. En el frontón Labrit, entre las 19:00 del 31 y las 7:00 am del 1 de enero se programaron actividades de lo más variadas,  que incluyeron un Festival infantil, la retransmisión de las campanadas, un cotillón con concurso de disfraces (tal vez arrancara así la tradición de disfrazarse en Pamplona en Nochevieja) y, de 4:00 am a 7:00, un festival de rock, con bandas como las FOP, La Polla Records (que por cuestión de descontrol de horarios no llegaron a tocar) y Barrikada, escrito su nombre así, con K. Finalmente, la hoja de ruta anunciaba para las 7:00 horas un viaje en autobús a San Cristóbal (actual monte Ezkaba) para ver amanecer, estando previsto después el regreso al frontón para degustar caldico y chocolate (del de tomar caliente se supone)… “Hasta que el cuerpo no aguante más”, según concluía el cartel. Los Barricada, trío hasta entonces, debutaron esa noche como cuarteto, con la incorporación del ex Kafarnaun Sergio Osés a las guitarras y a la voz. Los más viejos del lugar cuentan que actuaron sobre las 7:00 am ante cerca de 4.000 personas y que fueron los triunfadores de la noche. 

“¿Por qué esperar una señal?” Así comienza En la silla eléctrica, canción que abrió el primer disco de Barricada, y no, nadie sabe cual fue la señal que animó a Enrique Villarreal, el legendario Drogas, a liar la que lió. A materializar de una vez por todas su deseo de escribir canciones para escapar de su personal callejón sin salida tras regresar de su tormentosa mili en puertas de las Navidades de 1981, ingreso en el hospital incluido. Frío invierno siempre gris que te acaba doblegando…

Solo se sabe que la señal tal vez fuese dicha pregunta en sí misma, fraguándose en su cabeza en los días de ingreso con un único objetivo: combatir la criminal rutina a la que se veía nuevamente condenado. “Escribiré alguna canción / para olvidar que hoy es como ayer, oh, nooooo”, tal vez resonara en su cabeza. Sea como fuere, tras su paso por Kafarnaun antes de hacer el servicio militar, una vez de vuelta fue en el hospital donde decidió tentar a la suerte y formar un grupo que se llamaría Barricada

A los meses, al todavía no estrenado grupo (integrado únicamente por entonces por El Drogas y Boni) le surgió la posibilidad de actuar en el Rastro de la Txantrea, como teloneros de un grupo llamado Kaifás, el 18 de abril de 1982. El jefe de la empresa del sonido les dijo que les dejaría el equipo a cambio de que le limpiaran una bajera que tenía con toneladas de mierda. Y como alguien consiguió un camión de recoger chatarra, se pusieron a ello y consiguieron el equipo. Ya metidos en harina, tras un primer intento fallido, finalmente también consiguieron un batería para sacar adelante la actuación, recurriendo para ello a José Landa, a los parches en Kafarnaun. Fue este quien les presentó tras el concierto a Mikel Astrain, quien se ocupó de tambores y platillos hasta su inesperado fallecimiento el 2 de abril de 1984. La primera canción en sonar aquella mañana en el Rastro fue el Ave María (“Dios te salve, María, llena eres de graciaaa…”), una especie de introducción con ruido, con El Drogas sacando una calavera de debajo de la capa al tiempo que recitaba. Nadie lo sabía, pero la bomba estaba a punto de estallar.

Por aquellos años, 1982 – 1985, la calle era un hervidero donde se cocían todos tipo de utopías y proyectos. Las calles y bares como el Ttutt eran inmensos e intensos caladeros de ideas donde siempre pasaba o se tramaba algo, lo que llevó a la proliferación de todo tipo de comités y asociaciones ecologistas, antimilitaristas o pro-okupazion. Y, tal vez animados por el éxito de los conciertos callejeros hasta entonces organizados por Radio Paraíso, los incipientes nuevos colectivos pronto comenzaron a organizar conciertos reivindicativos de todo tipo, apuntándose en tropel las también incipientes bandas a subir a los escenarios. Así pues, además de en el pabellón Anaitasuna, que pisarían por primera vez en junio de 1983 junto con La Polla Records y Ángeles del Infierno y por segunda, junto a Derribos Arias y Kontuz Hi!, (presentando Noche de rock & roll y a un nuevo guitarrista, Alfredo Piedrafita, en sustitución de un Sergio Osés alejado del grupo por el servicio militar), Barricada también se dejaron ver tocando a pie de calles, siendo yo testigo de ello una mañana de diciembre de 1984 en la plaza del Ayuntamiento de Pamplona, donde se marcaron una impagable versión de Burning dedicada al por entonces alcalde, Julián Balduz (“Qué hace un alcalde como tú / en un sitio como ésteee”), o, en Marzo de 1985, también una mañana, en el quiosco de la plaza del Castillo, antes de que la concurrencia intentara okupar un local municipal en la cercana calle Zapatería: dicho día estrenaron Okupazion, tras abrir concierto, tal y como hacían aquellos años, con Aprieta el gatillo, de Cicatriz, y Pakean utzi arte, de Hertzainak.

Si algún colectivo triunfó en 1985 ese fue Katakrak, movimiento en favor de la okupazion surgido al calor de la radio libre Eguzki Irratia, depositaria a estas alturas del espíritu de Radio Paraíso. Para aglutinar el caudal musical de cuantas bandas locales apoyaban la okupazion de locales, Katakrak coordinó la grabación de una cinta en la que aparecieron Porkería T, Tijuana in Blue, Fiebre (herederos de los antiguos Motos), Belladona (con Aurora Beltrán en sus filas como guitarrista, incluyéndose su Una noche de amor), Malos Tratos, Ultimatum y, cómo no, Barricada, quienes aportaron una sorprendente versión del tango Solamente una vez. La cinta fue presentada en agosto con dos conciertos en Lumbier, Navarra, actuando Barricada en el segundo de ellos junto con Porkería T, Ultimátum y unos prácticamente debutantes Tijuana in Blue que, todo hay que decirlo, para darles de comer aparte, se lo comieron todo. Como curiosidad diremos que Barricada actuaron en primer lugar y que solo tocaron temas nuevos, los llamados a integrar meses después su disco No hay Tregua.

Dicho álbum se presentaría en abril de 1986 nuevamente en el pabellón Anaitasuna, recinto en el que en dicho 1985 actuaron en dos ocasiones: con Malos Tratos y Burning en febrero con motivo de la presentación de Barrio conflictivo y abriendo para Rosendo en junio, con la puesta de largo de su Loco por incordiar de por medio… Y lo que se pudiera contar desde este punto ya es de sobra conocido. Según la Biblia, un denominado “santo” cayó de un caballo, se golpeó la cabeza y  vio la luz. Yo, ahorrándome lo del caballo, podría decir que vi la luz un cada vez más lejano abril de 1983, con hallazgos como el de  Barricada. Eso sí que fue un descubrimiento, y no lo de Colón avistando las Américas. 

J. Óscar Beorlegui

Vuelo 505, próximo despegue en Stereo R’n’R Bar: ‘6 noches en Stereo’

Vuelo 505, en colaboración con la sala STEREO R’N’R de Logroño, organizan entre los días 9 y 14 de junio la primera serie de conciertos en directo programada en España, tras este periodo de obligado paréntesis.

Estas seis fechas se presentan con el objetivo de reivindicar la vuelta a los escenarios de la música en directo, sin dejar de lado a los diferentes colectivos de trabajadores que dependen directamente de la organización de los conciertos: personal de las salas, técnicos, promotores…

Por este motivo Vuelo 505 han buscado la coincidencia de dichas fechas con las fiestas de la Comunidad de La Rioja y con la previsible entrada en la Fase 3 de la desescalada, algo que permitirá realizar las actuaciones, además de con las máximas medidas de seguridad, con todas las condiciones para que los asistentes puedan disfrutar nuevamente de unos verdaderos conciertos de rock and roll: con el contacto directo entre artistas y público que tanto echamos de menos.

Los conciertos de los días 9 y 10 de junio serán exclusivos para el colectivo de sanitarios, quienes podrán acudir de manera gratuita con un acompañante. En opinión del grupo esta es la mejor manera de darles las gracias por haber combatido en primera fila esta pandemia. 

A partir del día 11 jueves y hasta el domingo 14 todos los que se quedaron sin poder disfrutar de los últimos conciertos programados y que aún conserven su entrada podrán disfrutar de los mismos haciendo una reserva previa. Los que no tengan entrada, la compraron por internet o la hayan devuelto también podrán adquirir las nuevas entradas en los canales habituales.

La recaudación de todos estos conciertos irá destinada al Banco de Alimentos de la Rioja una verdadera “red” social que sostiene a miles de familias, haciendo una labor que nunca podremos valorar lo suficiente. Además se ha habilitado una ‘Fila 0’ para los que no puedan asistir pero quieran colaborar. ¡Bienvenida la música en directo otra vez! ¡Os dejamos el link con el video del último concierto de Vuelo 505 para que vayáis calentando motores!

Mi primera vez: así descubrí a Leño

Leño fueron el primer grupo por el que pagué dinero por un disco (Leño en directo, 600 ‘calas’ de la época) y una entrada (400 pesetas), siendo la banda sonora de la transición entre mi infancia y mi alegre juventud. Impactando con la fuerza de un obús en la línea de flotación de dicho tiempo de cambio. De unos años en los que, tras la oscuridad de los años de mi niñez, el futuro se podía tocar, dando la sensación de que podía salir el sol: materializados esos pensamientos en que ya salía sin mis padres (aunque con horario de vuelta de obligatorio cumplimiento) o en que ya había comenzado a entrar en las salas de recreativos para jugar en los pinballs y escuchar en sus sinfonolas unas canciones, a duro el tema, que nada tenían que ver con las que había escuchado hasta entonces. En mi caso y en mi casa, villancicos de temporada en Navidades, jotas navarras a cualquier hora en la radio y las atemporales coplas de los Payasos de la tele. 

Así de deprimente fue el panorama más o menos hasta 1981, año en el que con 14 años descubrí  a los Leño escuchando Radio Paraíso, señera emisora pirata de la ciudad. 

Tras mucho batallar en casa, al poco tiempo de aquello logré algo de capital importancia, que compraran un radio cassette para poder grabar canciones de las que pinchaban en la Paraíso y poder escucharlas una y mil veces. ¿Cómo lo conseguí? Llevando a la unidad familiar a mirar escaparates de comercios donde los vendían durante los tediosos paseos dominicales, actividad que básicamente consistía en andar por las  calles a la búsqueda y captura de escaparates. Así fue como dimos con el de una tienda en el que había expuestos radio cassettes y ¡oh, bendición; qué propicia alineación de los astros!, cintas de jotas navarras. No me acuerdo muy bien, pero el caso es que le hice ver a mi padre que comprando aquel aparato y algunas de aquellas cintas podría escuchar sus jotas cuando quisiera, sin depender de que las pusieran o no en la radio. No dijo nada, lo cual ya era buena señal, pero mordió al anzuelo el cabeza de familia. Un buen día fue a la tienda y lo compró. 

Para cuando llegué a los Leño mis oídos ya habían sido desvirgados en materia de rock por bandas como AC/DC, Motörhead, Deep Purple o Barón Rojo, cuyo primer disco, Larga vida al rock and roll, ya había hecho un buenísimo trabajo previo. Por aquel entonces  cursaba 8º de EGB, y en clase había alumnos que, por sacarse unas perrillas para sus cosas, ofrecían la posibilidad de grabar discos, a 100 o 150 pesetas la unidad, en caso de que tuvieran que poner ellos la cinta. A mí, cosa de la incipiente rebeldía que ya venía pidiendo paso, toda vez que mi rollo ya debía ser el rock (pese a que aún no lo supiese), aquello me pareció una muy buena idea.  

Mi padre llegó un buen día a casa con el radio cassette y unas cintas de jotas que nunca llegó a poner. Sea por lo que fuere, se olvidó inmediatamente de ellas. Siguió prefiriendo poner la radio, escuchándose jotas solo cuando sonaban en el dial. Siendo yo consciente de ello, habiendo descubierto en clase (hay que ver todo lo que aprendí aquel año), que si ponías cello en la hendiduras de los cassettes originales era posible regrabarlos, se me encendió pronto la bombilla. Estaba claro el siguiente paso a dar. Cada grabación de aquellas me saldría a 100 pesetas.

Uno de los de mi embrionaria cuadrilla adolescente tenía un hermano mayor que, cuando íbamos a buscarle para salir, casi siempre estaba encerrado en su habitación escuchando música: The Rolling Stones, UFO, Ted Nugent y también a Leño, cuyo cantante, un tipo de provocativo y deslenguado verbo, daba al cantar la sensación de que te estuviera gritando a la oreja, como bien ya sabía. Una banda que desde que la escuché por vez primera en aquella emisora pirata (Cucarachas, El tren, Maneras de vivir…) hizo que algo se desatara en mi interior, marcando un antes y un después. Aquel disco de Leño, en directo, sonaba también en la pista de autos de choque de Yanguas y Miranda, lugar al que el hermano de nuestro amigo nos llevó una tarde y en cuyo ambiente nos integró. Aquel LP eran palabras mayores para mí, por lo que se me metió entre las cejas que debía comprarlo. Que aquel no me lo grabarían. Que quería tenerlo original. Así pues, tras ahorrar como pude la paga de un mes, me encaminé un día a una tienda de discos en cuyo escaparate siempre me detenía a mirarlo y lo compré. Nunca se me olvidará la sensación que sentí al llegar a casa, meter la cinta en el radio cassette, darle al Play y esperar a que comenzara a sonar Sí señor.

La pista de autos de choque pasó a ser el eje de nuestras recién estrenadas vidas. Había música, chicas y podíamos permanecer horas apalancados sin gastar. Al ritmo de AC/DC, Los Chichos, Los Chunguitos o los Leño, allí se daba cita lo mejor de cada casa, además de algunos despistados jovencitos y jovencitas a los que los primeros se las ingeniaban para sacarles fichas… Y lo que surgiera, llevándose a cabo en los cercanos fosos de Ciudadela ciertos ritos de iniciación: primeros tortazos dados por unos y recibidos por otros (propinados por malotes de la pista a asustadizos usuarios a modo de prueba a superar para poder entrar en una u otra banda), primeros porros, primeros picos de caballo, primeros besos (o lo que se terciara) los más afortunados con La noche de que te hablé, a lo lejos, sonando de fondo…

Aunque nadie parecía saber mucho de ella, la heroína, mientras tanto, ya corría a sus anchas por Pamplona, siendo el Casco Viejo el cauce principal (aunque no único) que acogía su caudal. Por entonces, lo único que había en la calle era chocolate y caballo. En ocasiones, si teníamos pelas, primero íbamos a lo viejo y tras hacernos con unos litros pillábamos medio talego de costo, mirando con cara de envidia a aquellos que, como el hermano de nuestro amigo y otros como él, iban a Capitanía a chutarse. Parecía que la heroína era lo más. En mi despiste adolescente incluso llegué a llevar un pin en el que se veía un caballo blanco alado saliendo volando de una jeringuilla. Pese a que el ambiente era el que era, pronto acerté a alejarme de aquellas amistades y la tontería no fue a más, siendo los Leño lo más positivo que saqué de aquellos años.

Muy queridos en Pamplona y en Navarra en general, Leño visitaron la comunidad foral un buen número de ocasiones, teniendo yo la inmensa suerte de asistir a dos citas memorables: las brindadas en un pabellón Anaitasuna a rebosar, octubre de 1982, y en la plaza de Toros, en agosto de 1983, junto con Miguel Ríos y una casi debutante Luz Casal en la gira denominada El rock de una noche de verano. Y qué queréis que os diga, que pese a ser los segundos del cartel, ellos se lo comieron todo. Ellos nos dieron gusto del bueno. 

Tras depararnos Leño la de cal con semejante concierto, a los pocos meses recibiríamos la de arena, con la noticia de su separación. Nadie se lo podía creer. Todavía recuerdo a El Drogas de Barricada no sé si entrevistando o intentando entrevistar  a Rosendo en Radio Paraíso… En fin, se acabó… Leño llegaron, vencieron y convencieron, y, por la puerta grande, lo hicieron dejando más que plantada para siempre una semilla que, tras haberse materializado ya para entonces en Barricada, unos cuantos años después volvería a germinar, y cómo, plasmada en los Marea. Pero esto ya será otro contar. 

J. Óscar Beorlegui

Paradÿsso, nuevo videoclip en directo de Sôber con Ruth Lorenzo como artista invitada

«La Sinfonía del Paradÿsso. Directo en Las Ventas» ya disponible en preventa.

Presentamos videoclip en directo de Paradÿsso, tal como fue registrado el pasado 7 de marzo en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid con motivo del último concierto de la gira La sinfonía del paradÿsso. Acompañados en el escenario por la Barcelona Rock Orchestra, este tema contó con la espectacular actuación de Ruth Lorenzo como artista invitada.

«La Sinfonía del Paradÿsso. Directo en Las Ventas» estará a disposición de todos en todas las plataformas y puntos físicos el próximo 22 de mayo. Ya puede reservarse en preventa al precio de 30€ con un PÓSTER EXCLUSIVO FIRMADO POR LA BANDA, solo hasta el 21 de mayo. El formato incluye:

  • Blu-Ray Disc 5.1 con el concierto en directo y vídeo-resumen de la gira
  • CD de audio del directo en Las Ventas
  • Código de descarga digital del vídeo en formato Full-HD
  • Libreto con fotografías inéditas de la gira «La sinfonía del Paradÿsso»
  • Póster firmado exclusivo (solo en preventa)

Paradÿsso ya se encuentra disponible en el canal de Youtube del grupo, así como en las principales plataformas digitales: SpotifyApple Music y Amazon Music.

Sin destino, tema inédito de En vela: nuevo single & videoclip de su próximo álbum digital

Presentamos esta semana videoclip en directo para Sin destino, tema inédito de los colombianos En Vela. La canción, no incluida en su disco Viajero (El Dromedario Records 2017), ya puede visionarse en el canal de Youtube/Vevo del grupo.

Sin destino es un segundo adelanto del lanzamiento del primer disco digital de En Vela. El álbum se registró en 2019 en el Ozzy Bar de Bogotá. El próximo viernes 10 de abril lo compartiremos en su totalidad en las principales plataformas digitales.

Con el lanzamiento de esta nueva canción esperamos sorprender a los miles de seguidores con que ya cuenta el grupo a ambas orillas del Atlántico, así como amenizar el discurrir de estos días a todos, a la espera de tiempos mejores.

Kike Babas y Capitán Cobarde. “La Chari”

Adelanto del single “La Chari” / “Capitán Cobarde” próximo viernes 10 de abril en todas las plataformas digitales.

Entre Kike Babas y el Capitán Cobarde existe una relación de mutua admiración desde hace años. “A mí me gusta la gente rara. Y la manera de cantar de Kike es rara, es diferente. Su manera de escribir y todas esas cosas me afectan a nivel personal, y todo lo que me afecta a ese nivel me parece interesante” declara el Capitán respecto al arte de su colega. El sevillano y el de Hortaleza se invitan mutuamente al escenario a colaborar cada vez que las circunstancias lo hacen posible. En esta ocasión el Capitán Cobarde aparece como invitado especial de Kike Babas y La Desbandá, atacando de manera conjunta uno de los temas más emblemáticos de la discografía de Kike, La Chari, la historia en formato rumba-rock de una dealer con boas de plumas, uno de los personajes más entrañables del universo urbanita y poético del Babas.

Mis tacones, single & videoclip del nuevo disco de Cobardes: preventa ya activada

Tras presentarnos la semana pasada a Cobardes, última banda en incorporarse a El Dromedario Records, hoy compartimos con vosotros Mis tacones, single y videoclip del álbum que publicarán el 28 de febrero,. Ya podéis ver el videoclip, realizado por GatoBala Films, aquí:

El tema ya está disponible en SpotifyApple Music y en las principales plataformas digitales.

Ceniza y viento, que así se titula el disco, cuenta con las colaboraciones de Kolibrí Díaz (Marea) a la guitarra acústica en Mis taconesIñaki ‘Uoho’ Antón (Platero y Tú, Extremoduro, Inconscientes), guitarras en Rodeada de idiotas, y Rulo, a la voz, en Un verano sin sol.

Ya se puede reservar con camiseta de regalo en la store de El Dromedario Records al precio de 14€. Envíos a domicilio: promoción válida hasta el 27 de febrero.

Aprovechamos estas líneas para recordaros que Cobardes estarán abriendo un buen número de conciertos de Bocanada este 2020.

Formados en 2016 como proyecto personal de Javier Janices ‘Cordobés’, voz y guitarra, la formación se completa con Iñigo Idoate a la batería, Iñigo Álvarez, a la guitarra, e Iban Sánchez al bajo. En 2018 comienzan a dar que hablar tras imponerse en dos certámenes, Avetoro Fest 2018 y Encuentros de Jóvenes Artistas, este último organizado por el Gobierno de Navarra.

Cobardes: Hay que ser muy valientes para llamarse así.