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Mi primera vez: así descubrí a Kortatu

1984 fue un año un tanto confuso y convulso para mí, quedando rematado lo dicho por el hecho de que tuviera que repetir curso, 2º de BUP. Pero el verme abocado a repetir, no hay mal que por bien no venga, fue todo un punto de inflexión, llevándome a cambiar de forma radical mi forma de encarar la vida, algún que otro destierro de equivocadas amistades de por medio. Llegando en buena parte dicho cambio gracias a  mis seminales (y casi semanales) nuevos descubrimientos musicales, teniendo mucho que ver con ello, además de los de Barricada y La Polla Records, el de Kortatu. Otoño de dicho año así pues, ¿tiempo de cambios radicales? Sí, siendo a la postre el mensaje y el inconformismo de muchos de los llamados a ser conocidos como grupos radicales lo que me salvó. 

A Kortatu (Irún, 1984, Pamplona/Iruñea, 1988) los descubrí en los últimos estertores de Radio Paraíso, octubre de 1984, emisora en la que comenzaron a pinchar una rudimentaria maqueta suya. Y lo cierto es que pese a que la calidad del sonido era la que era, las canciones del trío comandado por Fermin Muguruza tenían un color distinto. Otra esencia, articulada sobre unos ritmos skatalitikos de agridulce regusto punk nunca antes escuchados por la zona: haciéndose, por otra parte, como todavía se estaban haciendo nuestros recién desvirgados oídos a los sones del rock duro y el heavy metal, lo más de lo más, y en proceso de hacerse a los del malencarado punk. Aquellas canciones eran sencillas y de apariencia festiva y divertida, y con ellas el grupo no solo hacía de la necesidad virtud, sino versión también en muchos casos: llevándose con la susodicha maqueta el gato y la colonia felina al agua al completo, con temas como Mierda de ciudad, Jimmy Jazz o Hay algo aquí que va mal

Los mejores presagios respecto a Kortatu se cumplieron con creces en verano de 1985, cuando fueron incluidos en el denominado Disco de los cuatro. En un abrir y cerrar de ojos, abriendo la ‘Cara A’ con tres canciones que brillaban como tres soles, se colaron directamente en la ‘pole position’ de lo que ya se empezaba a conocer como Rock Radical Vasco: con las desde entonces imprescindibles Nicaragua Sandinista, Manolo Rastamán y Mierda de ciudad

De forma paralela a sonar en Radio Paraíso y en Eguzki Irratia, radio libre de Pamplona que tal vez sin pretenderlo terminó comiéndole la tostada a la primera, canciones como las de Kortatu comenzaron a hacerlo a todas horas en el Ttutt, referencial bar de la calle Curia que pronto se convirtió en centro de operaciones y cuartel de invierno (y de primavera, verano y otoño) de cuantas bandas como aquella comenzaban a surgir por todas partes, dándose cuartelillo en su equipo de música y, atención, en su circuito cerrado de televisión a grupos como RIP, Cicatriz, Eskorbuto, Porkería T, Ultimatum o, claro está, Kortatu: y lo más importante, tuviesen dichas bandas discos oficiales o no, siendo Manolo Gil, Javier Pinzolas y Javier Guibert, los responsables del Ttutt, habituales de la práctica totalidad de cuantos saraos alternativos se organizaban en Pamplona, cámaras de video al hombro prestos siempre a grabarlo todo: así comenzó su carrera el con el tiempo reconocidísimo realizador de portadas y videoclips  Manolo Gil. 

Aún recuerdo la primera vez que entré en el Ttutt y vi su pequeña pared frontal llena de pequeños monitores de televisión, cómo flipé con ello… y con lo que en sus pantallas se veía: principalmente actuaciones de grupos como aquellos, entre tomas de algaradas callejeras y ‘okupaziones’ alentadas por Katakrak…  Sin duda el ‘háztelo tú mismo’, la realidad callejera, siempre superó en aquel bar a la ficción.  

Mi primera vez con Kortatu fue en el Pabellón Anaitasuna, marzo de 1985 (sí, incluso antes de la publicación del célebre Disco de los cuatro), y fue compartiendo escenario con Cicatriz y Hertzainak, autores de Aprieta el gatillo y Pakean utzi arte respectivamente: los misiles de larguísimo alcance con los que los Barricada de 1985 abrían sus conciertos. Dicha primera vez fue en loor de multitudes, llenando las bandas el recinto hasta la bandera. Estaba claro que había llegado su momento.

Finalmente diciembre de dicho año trajo un nuevo concierto de Kortatu a las proximidades de Pamplona, hasta Noáin, frontón Bidezarra, siendo secundados en este caso por Ultimátum, La Polla Records y nuevamente Cicatriz

1986 volvió a acercar a los de Irún a la ciudad, protagonizando el trío una actuación tan accidentada como surrealista. La cita fue en el marco de San Fermín Txikito, sobre el remolque de un camión. Al parecer, con motivo de la celebración de dichas fiestas, se habría solicitado permiso para organizar un concierto y colocar un escenario, lo cual fue denegado, y como a falta de pan, buenas son tortas, a alguien se le ocurrió la idea de hacer el concierto a bordo de un pequeño camión. Y dicho y hecho. Las bandas actuarían sobre el remolque hasta que hiciese acto de presencia la Policía Municipal, y cuando esto ocurriera, el camión se iría con la música a otra parte. A otro emplazamiento previamente consensuado con el público. Tan singular concierto reivindicativo-festivo tuvo lugar en tres actos, concluyendo tal vez sin que se iniciase el tercero a una con la irrupción en la calle Calderería de la Policía Nacional. 

El primer round tuvo lugar por la tarde en la explanada de San Fermín de Aldapa, y el segundo, ya a media noche, a la vera de la catedral en la plazuela de San José. En este tomó parte Kortatu, contando como anfitriones y compañeros de viaje (que no solo de cartel) con un efervescente grupo local de lo más borracho y animal, Tijuana in Blue. Tal y como estaba previsto, todo fue así hasta que, bron-ca bron-ca, bron… (tal y como decía una canción de los Tijuana) apareció la Policía Municipal. Y de repente allí estaban algunos de los implicados en el concierto, con la música de Mierda de ciudadsonando de fondo en la cercana plaza de Nabarreria, preguntándole a un agente a ver por qué la orquesta podía tocar aquella canción y sus autores no. Ante tal pregunta, ¿qué hizo el representante de la autoridad? Tras quitarse la gorra, rascarse la cabeza y encogerse de hombros, dar la callada por respuesta.

Las relaciones entre Kortatu y Tijuana in Blue eran tan buenas que al año siguiente el trío fronterizo no dudó a la hora de volver a compartir escenario con ellos, siendo esta vez el elegido el del pabellón Anaitasuna. La cita fue en febrero, y el recinto, una vez más, se llenó a rebosar. Por aquel tiempo Kortatu contaba con tres trabajos publicados además del disco compartido con Cicatriz, Jotakie y Kontuz Hi!, y sus conciertos eran auténticas fiestas: lo mismo que los de Tijuana in Blue, más bestias estas si cabe. Los de Pamplona/Iruñea ya contaban para entonces con una primera referencia discográfica, un LP publicado en 1986 compartido con Potato.

Haciendo bueno el dicho de que lo bueno, si breve, dos veces bueno, Kortatu, al igual que pasara con Leño, se acabó pronto. Demasiado pronto. En 1988, siendo, cómo no, el pabellón Anaitasuna el recinto en el que nos dijeron y les dijimos adiós. Aquel día, 1 de octubre, terminó la década de los ochenta para mí. Pero pese a que aún no se sabía, en las mentes de Fermin e Iñigo Muguruza ya se estaba gestando la de los noventa: el relanzamiento hasta límites insospechados de sus carreras de manos del lanzamiento de una nueva formación, Negu Gorriak. En cuestión de poco tiempo viviría con ellos otra primera vez…

Dedicado a la memoria de Iñigo Muguruza, fallecido en septiembre de 2019

J. Óscar Beorlegui