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Mi primera vez: así descubrí a Eskorbuto.

Hace tiempo, bastante tiempo, fui a fiestas de Barakaldo para ver a Eskorbuto, y comprendí casi todo lo que presagiaban las canciones del inmortal trío de Santurtzi. Me vais a perdonar, pero esta vez voy a empezar por el final. Por las reflexiones que me fueron sugeridas por tan iniciático viaje: allí, en la otrora localidad fabril, les vi por tercera y última vez, pudiendo comprobar cómo eran profetas en su tierra Eskorbuto: la banda más controvertida, polémica (honesta según ellos) y diferente de cuantas en los ochenta parió el país: razón por la que tal vez nunca dejaron indiferente a nadie.

1988, 15 de julio, es viernes. 7 o así de la mañana. Tras una última noche sanferminera, viendo todavía todo en blanco y rojo, leo en el periódico que esa noche tocan Eskorbuto en fiestas de Barakaldo. Decido ir, dicho y hecho. Voy de empalme a la estación de autobuses, Burundesa y a Bilbo. Ya en ruta cae una cabezadita, algo a lo que se presta el viaje, de cerca de 4 horas de duración. Duermo lo suficiente como para despertar medio sobrio y caer en un pequeño detalle, sé quién soy pero no con exactitud de dónde vengo ni a dónde voy: veo que me miran raro pasajeros y revisor, voy vestido de poluto blanco sanferminero… 

Ya en Barakaldo, antes y durante los conciertos (abrieron Parabellum y cerraron Peter and the Test Tube Babies, autores del legendario Banned from the pubs que pronto versionarían los primeros como Bronka en el bar), pude comprobar in situ cómo era la famosa Margen Izquierda, Satanás, tu infierno es demasiado dulce… La realidad superaba lo que allí esperaba encontrar: desconfianza ante el futuro, comentarios sobre lo mal que iba todo y un buen número de tascas y casas regionales que parecían rivalizar entre sí por acoger a multitud de seres en edad de trabajar pero que, cosas de la vida, no tenían nada mejor que hacer; seguro que habían conocido tiempos mejores, o menos malos, pero ahora estaban allí un día sí y otro también con la incertidumbre acechando de cerca. Estaba claro que de seguir así las cosas, en poco tiempo allí no quedaría ni Dios…

Asestar: Dirigir un golpe contra una persona, objeto o pueblo. 
Sestao: Importante centro industrial de la Ría de Bilbao… (nota del autor: además de a Sestao, aplíquese la definición anterior a Barakaldo o Santurtzi; vaya golpe les dieron con el cierre de Altos Hornos y la reconversión).

Perdido el empleo, perdida la esperanza; perdida la ilusión… Puede ser cualquiera, cualquiera podía ser quien de un día para otro acabara en el paro, estando todos en el bombo. Además, para paliar la situación de la economía de la zona bajo mínimos tras la estocada, las autoridades prometían abrir en Sestao una acería. Valiente ironía, ¿no los habían dejado bastante ‘a cero’ ya? “Satanás, tu infierno es demasiado dulce, vente al nuestro, quedas invitado”. “Pelos largos, caras enfermas”,  cantaban ya enfermos los Eskorbuto, cronistas a pie de barro de este infierno hasta que el magma se hizo muerte y habitó en la banda, atrayendo en 1992 a Iosu y Juanma, vocalistas y guitarrista y bajista respectivamente, a su regazo. 

¿Qué decir del concierto? Articulado sobre el listado de Impuesto Revolucionario (tal y como fueron siempre los suyos desde otoño de 1986), que fue correcto y correoso. Brioso. Un multitudinario quiero y aún puedo forjado sobre la demencial, rabiosa y acelerada concepción del rock & roll del trío, con los asistentes, una multitudinaria y malencarada legión de punkies, cantando todo el tiempo y sintiéndose los amos de la noche.  

Tiempo después, bastante tiempo, otoño de 1994. Con motivo de la publicación de Aki no keda ni Dios, primer disco del trío sin Jualma y Iosu,  entrevisté para El Tubo al único superviviente, Paco Galán, el batería, y a los meses volví por la zona. Los señores de caras de no saber qué hacer parecían haberse ido, al menos no estaban por allí. Ni la mayor parte de las tascas ni de las casas regionales: cual perfecta onda expansiva, el paro de unos trajo el de los demás, enterrando vivos a todos sin distinción.

Como si de revivir el mito del Cid Campeador se tratara, Aki no keda ni Dios puso a cabalgar de nuevo a Eskorbuto tras las muertes de tan peculiares Quijote y Sancho (contrapunto perfecto el uno del otro), sonando el disco a Eskorbuto a pesar de todo: “Adelante, sin mirar atrás; adelante, sin piedad; adelante, y solo una vez más lloraremos por los muertos”, parecía querer decir con su publicación la por imperativo vital renovada formación. Con este trabajo se cerraba momentáneamente el círculo abierto en 1982 con la salida del single Mucha policía, poca diversión, canción con la que les conocí en 1983, prosiguiendo su trayectoria el trío en una frenética primera etapa con ZEN (Zona Especial Norte, 1984, compartido con los RIP), Eskizofrenia (1985), Antotodo, Ya no quedan más cojones Eskorbuto a las elecciones e Impuesto Revolucionario, lanzados estos tres últimos en 1986. 

El año siguiente, con la urgencia derivada de las adicciones de guitarrista y bajista cada vez más presente, nos regaló un disco extraño de primeras, Los demenciales chicos acelerados. Fruto de la siempre disparada y disparatada mente de Iosu, se trataba de un doble álbum conceptual, apocalíptico y altivo e introvertido y pretencioso a un tiempo, en el que el  pesimismo existencial, ya tan presente en Antitodo, se reconducía hacia un sardónico y macabro nihilismo que ya no les abandonaría jamás.

1909, la guerra, única higiene del mundo (Manifiesto Futurista, Filippo Tommaso Marinetti); 1987, Paz, primero la guerra, Eskorbuto. Dicha querencia y coqueteo con la autodestrucción, con la pareja paso a paso ya  rodando por el barranco, se ennegrece más y más en Las más macabras de las vidas(1988) y finalmente en Demasiados enemigos (1991): fuera de toda duda, más que un repunte del grupo este último disco a juzgar por su  calidad, la plasmación en canciones de la sensación del moribundo ante la inminencia del final. El testamento musical al menos de Iosu, quien, Adiós reina mía, No quiero cambiar, Intolerable, La mejor banda del mundo… ya era consciente de que se iba. De que, llegado el momento de la última pelea, el abismo que desde siempre le había separado del mundo se transformaba ya en fría fosa, lejos de metáforas y apologías. 

Dos veces más vi a Eskorbuto, además de la ya citada: la primera de ellas en Sanfermines de 1986, con el grupo anunciado dentro del programa oficial de fiestas. La cita fue el último día, el domingo 14 de julio, en el parque de Antoniutti, subiendo con ellos al escenario Ad Hominem, M.C.D. y Danba. Pero apenas seguí el concierto, ni tan siquiera el de Eskorbuto en su totalidad. ¿Qué pasó?

Lo que en principio debería haber sido motivo de contento para la parroquia rockera sanferminera (además la actuación era al lado de las txoznas o barracas políticas) fue motivo de mosqueos varios, quejándose los colectivos alternativos de Iruñea del proceder del Ayuntamiento, que organizaba actos como aquel en Sanfermines mientras negaba a diario a los grupos locales el pan y la sal. Siendo esto así, reunida la asamblea de barracas, se tomó la decisión de contraprogramar el evento municipal, organizando el mismo día 14 y a la misma hora un concierto alternativo  montándose el escenario a escasos 50 metros del ‘oficial’. ¿Los grupos llamados a tocar? Cicatriz (dos años después de su concierto del Jito-Alai), RIP, Ultimátum, Tijuana in Blue, Detritus, Danba (quienes hicieron doblete) y BAP!!, poniendo todos ellos la carne en el asador como si de una cuestión de estado se tratase.

Respecto a la segunda vez, fue en marzo de 1988 en la sala Ilargi de Lakuntza, donde protagonizaron una accidentada actuación, lanzamiento incluido al escenario de una botella por parte de una chica ante la letra de una canción…

Estamos en 2020, cómo pasan los años y las vidas, dejándonos ver lo dicho que hay cosas que nunca mueren: como las obras que trascendiendo a sus creadores y circunstancias siguen vivas con los años, desafiantes a su paso; como la de Eskorbuto, personificación de la esquizofrenia entendida como la muerte en vida y la vida en la muerte, adquiriendo en su caso toda la plenitud la palabra ‘vida’ tras la tragedia: Eskorbuto, banda que entremezcló dicho binomio, vida y muerte, en explosivo cóctel hasta el paroxismo más atroz: pasiones entrecortadas divididas en dos, gritan y gritan hasta perder la voz… Cierro los ojos y oigo a Iosu y Jualma gritando y cantando los dos hasta perder voz y vida, como cuando lo hacían sin que  casi nadie escuchara. Nadie escuchó. Eso sí, a día de hoy se les escucha, vaya que sí, contándose los ‘eskorbutines’ por el mundo por centenares de miles y siendo su impagable legado sonoro como la llama de un pebetero: inapagable…Vayan estas líneas en recuerdo de Iosu Expósito y Jualma Suárez, fallecidos en mayo y en octubre de 1992.

J.Óscar Beorlegui